Del 10 de Mayo al 1 de Junio de 2006.
MARÍA MIERES
María Mieres (Mieres 1977) graduada en grabado y técnicas de estampación en la Escuela de Arte de Oviedo (2000). Ha participado en diversas exposiciones colectivas de ámbito regional y nacional y su obra se encuentra en los fondos artísticos de Cajastur, Litografía Viña de Gijón, El CAAS de Alcalá la Real (Jaén), Galería de Punta del Este (Uruguay).
Existen momentos en los que derramamos pensamientos, en los que se dibujan sentimientos... A veces esas cosas insignificantes que todos recordamos en nuestros sueños y que algunas veces se hacen realidad, o quizás se pierden en el inconsciente; recorren nuestras neuronas y se trasladan por nuestras venas para aflorar en la creatividad constante.
Tic, tac, tic, tac... Una y otra vez el reloj marca nuestro paseo incesante y los recuerdos fijados en la retina se graban en nuestra mente. .. Por eso estas piezas nos muestran esos pequeños instantes que en muchas ocasiones pasan desapercibidos; pero que muchas otras veces se impregnan, se graban, se dibujan o se imprimen en nuestra memoria. Ahora ya no tenemos que recordar esos diminutos días que dejamos atrás, se hacen presentes sobre los lienzos, se retratan certeros sobre entornos aguados o paisajes transparentes. Imágenes que todos hemos vivido en algún instante, que se hacen factibles y que se desenvuelven con gran precisión entre contornos facsímiles, entre frases contundentes, para que nunca podamos olvidar aquellos momentos.
Pensar y pensar esas vivencias personales resumidas sobre un plano; esquemas secuenciales que nos remiten día a día, a una tarde, en cada noche, sobre una línea de acontecimientos que se suceden en pequeños fragmentos, minutos y segundos, en estos minimomentos.
EL GATO GRIS
Crear libros ignorando las leyes del mercado, arriesgar, amar cada ejemplar… hacer libros únicos que nunca serán best-sellers. La poesía, el cuento y el arte tienen un espacio y un público amplios, más allá de la avasalladora presencia de los grandes grupos editoriales y las multinacionales de la edición.
Cuando robaron en casa de José Noriega, los ladrones destrozaron los cristales, se llevaron una colección de máquinas fotográficas, pero dejaron los libros. El tesoro de la casa permaneció en las estanterías, y este pintor-editor de gestos delicados continuó con su labor de moler versos en el viejo molino donde habitan sus gatos y sus pinceles.
La editorial de Noriega no tiene nada que ver con el mundo de vanidades y dividendos propio del mercado. Hay que atravesar los campos de Castilla y pasar Tordesillas para llegar hasta Velliza, un pueblo de 50 almas adonde él y su mujer se trasladaron en 1980 para rehabilitar un molino y vivir de otra manera.
Sus vecinos no saben qué se cuece en la casa. Uno de ellos se queda pasmado al ser preguntado por El Gato Gris: «¿Eso qué es? ¿Aquí una editorial? Será que buscan al molinero». A 300 metros, Noriega y Rosa, su mujer, que no es molinera, sino profesora de matemáticas en Valladolid, abren la puerta de su casa, sala de máquinas de una editorial casi clandestina, un espacio de techos altos con olor a tinta, papel y aguarrás, presidida por la gran rueda del tórculo, una prensa que estampa grabados, «como hacían Rembrandt y Goya en su época», dice su dueño acariciando la máquina.